Todo aquello que la naturaleza
nos da de delicado y sensible,
son puntos débiles donde los hombres
se apresuran a herirnos.
"...La Gartija, según su nombre artístico, es una mujer que tiene la virtud de comunicarse con su mirada.
Recibe las imágenes y las devuelve en una gestualidad ocular inédita.
Porque con estricto rigor técnico, nadie puede afirmar que los ojos puedan expresar algo por sí solos. Requieren de su marco natural en la cara para enunciar algún sentimiento. Las cejas, los párpados, las pestañas, y hasta la segregación –o no- de las glándulas lagrimales intervienen en el proceso de comunicar algo a través de su expresión. Pero no son los ojos. Es la mirada.
El ojo aislado no dice nada. Puede eventualmente servir como un fotómetro respondiendo a la intensidad de la luz que recibe y manifestar los cambios lumínicos abriendo o cerrando la retina, pero nadie puede afirmar que existe sentimiento en esa reacción naturalmente mecánica.
Allí radicaba el don de La Gartija. Además de ser muy bonitos, sus ojos sentían y difundían ese sentir.
Eso me intrigó, me sorprendió, hasta me sedujo. Y pensar que era sólo el principio de algo mucho más complejo..."
No nos olvidemos que en una vereda cabe un mundo entero,
de risas y ruedas, que no hay mar tan nuestro como el de la acequia,
que con dos pedales de una bicicleta lo que queda lejos siempre queda cerca.
Cuando seamos grandes no nos olvidemos de la fantasía,
del sol y los juegos, los cumpleaños, y el circo viajero,
los pasayos tristes, los muñecos buenos,
la hermosa costumbre de decir te quiero.