No nos olvidemos que en una vereda cabe un mundo entero,
de risas y ruedas, que no hay mar tan nuestro como el de la acequia,
que con dos pedales de una bicicleta lo que queda lejos siempre queda cerca.
Cuando seamos grandes no nos olvidemos de la fantasía,
del sol y los juegos, los cumpleaños, y el circo viajero,
los pasayos tristes, los muñecos buenos,
la hermosa costumbre de decir te quiero.